Pensar bien no depende de la inteligencia
Aprende a identificar tus pensamientos tóxicos
Conozco a gente que es muy inteligente y lleva sin embargo una vida terrible. El pensar bonito no tiene que ver con la inteligencia ni con habilidades especiales, es algo que se puede aprender y que consiste sobre todo en saber identificar cuándo no estás pensando bien. Porque nos solemos complicar mucho la vida cuando no pensamos bien.
Esta tajante afirmación la hace Tomás Navarro, psicólogo, consultor y escritor, recientemente entrevistado por el diario español El Mundo, a propósito de la presentación de su nuevo libro Piensa bonito (Zenith), en el que revela el secreto para aprender a distinguir los pensamientos racionales y los tóxicos.
El autor explica que nuestro cerebro reconoce dos procesos de pensamiento: El heurístico y el algorítmico. El primero es más rápido y consume menos energía, pero tiene más errores. Mientras que el segundo es mucho más lento y te obliga a ser más experto porque barajas muchas opciones, consume mucha energía pero no da tantos errores.
Invitado a precisar cuáles son los dos errores de pensamiento más graves de los ocho más comunes que tipifica en su libro, respondió: “Uno está relacionado con la autoestima, porque varias veces al día necesitamos tener autoestima para proteger nuestros derechos, para pedir lo que queremos, para marcar límites… Y si tu autoestima te hace creer que no puedes hacerlo, pues no lo harás”.
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Otro error también muy frecuente es –continúa- el de la falta de criterio propio. Seguimos el mainstream (la corriente dominante), todo aquello que se sale de ahí y que no nos es familiar nos descoloca, lo evitamos y lo negamos. Somos muy influenciables, muy manipulables.
En contra posición, se le propuso mencionar los pensamientos bonitos para hacer frente a estos errores comunes. A lo que contestó: Hay dos técnicas fundamentales. Una es en el ysiísmo, que no es una secta sino llevar la duda al pensamiento, consiste en preguntarse “¿Y si…?” pero siempre proyectándolo de forma positiva, por ejemplo, “¿Y si (tal cosa) sale bien?”
La segunda técnica guarda relación estrecha con las sentencias. Por lo que, cuando te sientas decaída transforma tus sentencias negativas estén interrogantes, porque tu cerebro entra en resonancia con ese tipo de pensamiento. Por ejemplo, cambia la frase “nunca más encontraré trabajo” por ¿Nunca más encontraré trabajo?”. A esto le llama La pregunta del millón.
Aprender a pensar bonito no lleva mucho tiempo, asegura el autor. “Yo diría que alrededor de ocho semanas. El principal problema es asumir con total humildad que es posible que algunos momentos no pienses bien. Uno de los sesgos, de los errores pequeñitos, es que creemos que pensamos mejor que la mayoría de la gente, es muy habitual.”
Por otro lado, confiesa que su caballo de batalla es que este modelo de pensamiento sea incluido en los programas de estudio. “Estamos en un momento en el que tenemos que revisar el sistema educativo y enseñar a nuestros hijos cosas clave como son saber tomar buenas decisiones, saber analizar a las personas, saber pensar bonito, saber ser resilientes a pesar de la adversidad, a diferenciar deseos de necesidades.”
Por: Daniela Chirinos Arrieta